Demasiado paraíso para las ciudades

28 diciembre, 2016 • Opinión

Para muchos sorprendidos habitantes de las áreas urbanas del centro de Asturias, el 2016 será el año en el que el paraíso natural saltó de los folletos turísticos a las calles en las que hacen su vida cotidiana. Al mismo tiempo que el campo se vacía y el Instituto Nacional de Estadística (INE) incluye en sus proyecciones oficiales de población sombrías predicciones sobre el futuro de la comunidad autónoma, la fauna salvaje cada vez es menos salvaje o, al menos, se hace menos lejana y más aficionada a la vida en la ciudad. La presencia de jabalíes en núcleos habitados ha dejado de ser una excepción y las imágenes de los animales en pleno paseo entre farolas, semáforos y coches aparcados han menudeado este año en los medios de comunicación.

Los osos, mientras tanto, se aceran a los pueblos de los valles del Trubia en busca de alimento fácil y la gestión del lobo sigue siendo un problema sin resolver que abona la discordia entre los ganaderos, las asociaciones conservacionistas y el Principado. La polémica ha alcanzado, en ocasiones, límites delictivos y macabros que escandalizan a todo el país. En mayo, la cabeza decapitada de un ejemplar apareció colgada de una señal de tráfico en Doriga, en el concejo de Salas, y al mes siguiente la espeluznante escenografía se repitió en uno de los lugares más fotografiados de Asturias: el puente romano de Cangas de Onís. Allí, la Guardia Civil recuperó las cabezas de otros dos lobos.

El jabalí ha dejado de ser una curiosidad en las ciudades y empieza a ser un problema. En abril, una manada instalada en los alrededores de la urbanización de La Magdalena empezó a cruzar de manera habitual la variante de Avilés. Hubo accidentes de tráfico causados por los atropellos de los animales. En Oviedo, ciudadanos estupefactos se han pasado el año haciendo fotos y subiendo fotos  a las redes sociales de piaras buscando alimento en las zonas verdes de los barrios de Vallobín, La Fresneda y Monte Cerrao. Los ejemplares más osados bajaron hasta el mismo centro de la ciudad y dejaron sus huellas en los jardines de Villa Magdalena. La Policía Local recibió 19 avisos de avistamientos en tres meses y tuvo constancia de un atropello en el alto de Buenavista. En septiembre, se hizo muy popular el pasmo de un vecino de la urbanización de La Fresneda, en Siero, que, al levantarse una mañana, se encontró con un grupo de animales que había hecho del césped su mesa de desayuno.

Los intensos debates sobre cómo gestionar una situación que empieza a verse como un problema. El concejal de Seguridad Ciudadana de Oviedo llegó a proponer la castración química de los animales (??), una solución que los biólogos de la Universidad consideran inviable y que fue recibida con sorna indisimulada por las asociaciones del campo asturiano, que llevan años lidiando con la incómoda compañía del jabalí y que solo ahora, cuando los animales ya están a las puertas de las ciudades, perciben una preocupación pública por el fenómeno.

La población ha aumentado mucho en los últimos años por varias razones. Los seres humanos dejan los pueblos y las aldeas a un ritmo acelerado, para empezar. El INE estima que Asturias perderá otros 115.000 habitantes (el 11,1% de su población actual) en los próximos 15 años, lo que dejaría la cifra hacia 2030 en unos 950.000 residentes en la comunidad autónoma. De esa manera, en los lugares abandonados, los jabalíes encuentran refugio seguro y comida: las bellotas y las castañas que ya nadie recoge, por ejemplo, vienen bien para su dieta. En los cotos de caza se abaten entre 8.000 y 9.000 ejemplares al año, una cifra que los ganaderos consideran insuficiente. Y, además, los animales han empezado a comprender que los entornos urbanos y semiurbanos son seguros para ellos. Se han acostumbrado a la presencia y los ruidos humanos y nunca se van a autorizar cacerías con escopetas cerca de ningún lugar habitado, apuntan los biólogos.

De manera similar, los osos continúan la colonización de zonas cada vez más bajas en las comarcas donde viven. En septiembre, la foto de un plantígrado paseándose precisamente por la Senda del Oso, para pasmo del caminante que se topó con él, fue un éxito en las redes sociales. Por esas mismas fechas, la prensa recogió la entrada de otro animal en una cuadra y la presencia habitual de otros ejemplares en pueblos de Proaza donde saqueaban las ciruelas de los agricultores. A menos de diez kilómetros de Grado, existe constancia de la instalación de una familia y la organización protectora Fapas ha publicado un vídeo en Youtube para mostrar a los apicultores cómo pueden proteger sus colmenas de una forma eficaz y sin hacer daño a la especie protegida. Porque esa es una nota positiva de las noticias de avistamientos. El oso pardo cantábrico se recupera y los pronósticos más pesimistas sobre su desaparición, que hace quince años parecían tristemente verosímiles, se han evitado hasta ahora. En 2016, los expertos sienten un temor mucho más pronunciado por el urogallo.

El debate acalorado, en todo caso, es el del lobo. La Guardia Civil investiga si hay tramas organizadas tras las exhibiciones públicas de animales ejecutados, que coincidieron, además, con las semanas previas a las elecciones generales de junio. Los ánimos siguen caldeados y las administraciones no encuentran ninguna solución que reconcilie a los ganaderos con los defensores de la especie. La Consejería de Medio Rural, según una estadística publicada en junio, al calor de la polémica, instruyó entre 2001 y 2015 más de 3.000 expedientes por denuncias de ataques de los cánidos.

Raúl Álvarez

Publicado en lavozdeasturias.es


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