De la caza por persistencia a la caza por tecnología
Concluida la temporada de caza, me gustaría expresar algunos pensamientos en torno a la elevada tecnificación que está experimentando en los últimos años el mundo cinegético. Empezaré por los comienzos. En los albores de la humanidad la caza y la recolección de frutos fueron durante milenios las estrategias de supervivencia que usaron los primitivos para medrar en un planeta ignoto pero rebosante de vida. A medida que la evolución humana se producía inexorablemente, las prácticas y los instrumentos de caza que sostenían esa palpitante evolución también se perfeccionaban a su vez. Se sabe que una de las modalidades más antiguas de caza humana es la denominada caza por persistencia, llevada a cabo por los bosquimanos del sur de África, en la cual, el cazador, una vez elegida la presa, la levantaba para darle caza por agotamiento, es decir, corría detrás del animal hasta hacerlo desfallecer para después alancearlo hasta la muerte y hacer un pequeño rito simbólico para convocar a que el espíritu de la presa regrese a su hábitat. Como vemos, en esta primitiva modalidad cinegética existe un equilibrio de fuerzas muy igualado entre presa y cazador, pues se pone a prueba la resistencia e inteligencia de los dos contendientes. Pero todo esto cambió tras la llegada del ‘homo faber’ y la revolución agrícola del Neolítico. El uso sistemático de la tecnología en todos los ámbitos de la actividad humana fue ya imparable. Lo cual, por supuesto, no dejó de afectar a la caza. Y en este sentido, el avance de la tecnología dentro del mundo cinegético, a pesar de ser la caza un sector tradicional, no ha parado de producir nuevas armas, equipamientos y accesorios que hacen que la caza sea más cómoda, eficaz y, sobretodo, letal.
Llegados a este punto, donde hoy día la caza se apoya cada vez más en la tecnología para satisfacer las necesidades de los cazadores, es conveniente hacer una reflexión que nos lleve a poner límites a una tecnología que puede por completo tergiversar los modos, la ética y valores de la caza. Si la pólvora y las armas de tiro supusieron un punto de inflexión en torno a la caza, pues impulsaron un mayor desequilibrio entre la ofensa del cazador y la defensa de la presa, ahora quizá estemos llegando a otro de esos hitos de revolución por cuanto que la tecnología actual que usamos para practicar cualquier modalidad de caza supera con creces la evolución de la defensa de los animales. Y esto redimensiona de nuevo el mundo cinegético. Porque reducimos a marchas forzadas la posibilidad de escape de la presa, y esto supone un dilema ético para el cazador honesto, ya que si siempre que se sale al campo el porcentaje de mortalidad se acerca cada vez más al 100% debido a la creciente tecnificación de las herramientas de rastreo y muerte que usamos en la actividad, hemos de preguntarnos si quizá ese desequilibrio abismal pueda quebrar la emoción ancestral de la caza, que no es otra que la de saber que la presa tiene unas altas posibilidades de escapar por su velocidad, sus sentidos del olfato, vista y oído y estrategia de escapada. Si la caza por tecnología termina controlando o minimizando todas estas variables en contra del animal, estaremos iniciando un nuevo paradigma en los modos de cazar, pero sobre todo en los modos de sentir esa pulsión que significa salir a la Naturaleza y abatir una pieza.
Actualmente, asumimos sin asombro como multitud de modalidades de caza han incorporado a su quehacer tecnologías ligadas a internet como gps, Google earth, móvil inteligente, cartografía on line, etc. Además de cebos químicos y reclamos de última generación, armas y municiones con tecnología punta y accesorios de todo tipo como miras telescópicas, cámaras térmicas y nocturnas, láseres y otros enseres que cubren cualquier necesidad del cazador. Sin embargo, esta espiral tecnológica puede transformar la caza, a mi modo de ver, en una actividad aburrida y facilona, pero a la vez muy mortal, haciéndola menos sostenible, lo que la debilita aun más frente a los ya acuciantes problemas que tiene, pero eso lo dejaremos para otro día.
Ese dominio absoluto del cazador sobre el campo y las piezas cinegéticas introduce elementos sádicos y un rancio fetichismo de trofeo que desvirtúan por completo los valores tradicionales de la caza, que se centran en el respeto al libre albedrío de la vida salvaje y su máximo potencial para defenderse en su hábitat.
Si las jóvenes generaciones de cazadores, que presumiblemente usarán más y mejor tecnología, no llegan a vislumbrar la importancia radical de estos hechos es muy posible que esta noble y antigua afición degenere en una chusca operación de muerte mediante artefactos electrónicos inteligentes que elimina todo atisbo de emoción y azar, elementos imprescindibles, para que cada año a inicios de octubre, tras las primeras lluvias, se despierte en los cazadores el ‘gusanillo’ de la caza.
Luis Fernando López Silva
Miembro de la directiva de la Sociedad de Caza «Manzano Verde» de Maguilla (Badajoz).
Publicado en hoy.es
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Un artículo muy interesante. Donde ya no sólo habla de los aspectos tecnológicos, sino se adentra en el tema de la seguridad de la caza. Acaso esta no debiera ser más incierta de lo que a veces se ofrece?
Me copio el enlace a mi blog, enhorabuena a Luis por tan buena reflexión