Caza, ecología y animalismo

13 febrero, 2017 • Opinión

Parece que la ola de populismo barato que nos sacude no es ajena al mundo de la caza. Desde la aparición de los primeros movimientos «verdes» , para reivindicar un mayor cuidado del medio ambiente y una lucha efectiva contra la contaminación, la deforestación, y el urbanismo intensivo y descontrolado, muchos de los grupos autodenominados «ecologistas» han derivado a una posición extremista, impositiva y del todo excluyente.

La protección de la naturaleza, de su fauna y su flora, la preservación de la biodiversidad y el sostenimiento de la misma; no pueden modelarse, utilizarse y ser manipulados en beneficio de la consecución de fines muy particulares, en muchas ocasiones, de más que dudosa generosidad y carentes por completo de ética.

La mayor parte de los ecologistas que se hacen oír en manifestaciones callejeras, más o menos concurridas, en plenos o parlamentos, no tienen nada que ver con la ecología, simplemente la usan para atraer adeptos —bienintencionados, o no— a su causa, que no es la que dicen vender, al menos, no la más importante: lo «verde» vende, ellos lo saben y lo aprovechan.

Grupos como WWF, Greenpeace, Ecologistas en acción, o Lobo Marley han hecho de la «defensa» de la naturaleza y de algunos —digo bien: algunos, porque sólo se interesan por los mediáticamente significativos— de sus habitantes, su medio de vida. Esta circunstancia condiciona absolutamente su objetividad: la pérdida del protagonismo que, a costa de la buena fe de la mayoría, han alcanzado, supondría el fin de sus ingresos. En consecuencia, tienen que mantener su postura en «la cresta de la ola» al precio que sea, lo que, junto a una lamentable falta de ética, les ha arrastrado a un posicionamiento falto, por completo, de rigor, excluyente, violento e inquisitorial.

Los «animalistas» son los últimos reclutas de «la causa». En una deriva más radical, si cabe, que la de los pseudo-ecologistas a los que me he referido, estos «defensores» a ultranza de los animales, no dudan en desear la muerte de un ser humano si con ello, según ellos mismos vociferan, pueden «salvar» la vida de un animal. Dicho esto, dicho todo, a pesar de que podría estar escribiendo durante muchas horas sobre las grotescas mamarrachadas, las ridículas necedades y las repugnantes estupideces que cometen estos advenedizos exaltados y prepotentes.

Quieren prohibir la fiesta nacional, los coches de caballos, las romerías con animales, las carreras de galgos y caballos, el circo, y también la caza; quieren prohibir y prohibir, todo, es su forma de entender un problema y aplicar «la solución», no saben hacerlo de otro modo, porque no les interesa hacerlo de otra manera. Una vez fijado el objetivo, no le duelen prendas, el fin, para ellos, justifica los medios: si hay que mentir, se miente; si hay que inventar, se inventa; si hay que manipular, se manipula; si hay que insultar, amenazar, acosar o agredir, pues eso, ¡al lío!

Les podrán decir que la caza es una amenaza para determinadas especies, pero mienten, como bellacos que son, ¡mienten! La caza es una actividad perfectamente regulada, imprescindible para el equilibrio y la sostenibilidad de la fauna, esta si es una verdad objetiva, y no porque sea yo quien lo diga, obviamente, organismos internacionales —serios—, científicos —de verdad—, estudiosos —dignos—, naturalistas —éticos—, datos —contrastados— y la Historia —sin manipular—, lo corroboran. El único criminal con un arma de caza en las manos es el furtivo, -excepciones lamentables, como la reciente de Lérida, al margen. En cualquier colectivo puede haber un descerebrado-.

No se dejen engañar: infórmense bien; entérense a conciencia; lean trabajos reconocidos, serios, con base; comprueben quien miente y quien no; comparen, con objetividad…, luego, tomen su decisión, pero no permitan que los que decidan por ustedes sean los cuenta cuentos de un mundo de Walt Disney que no es real y, por tanto, imposible, o los que confeccionan el traje a medida para su bolsillo, o los que fabrican «lo verde» con el tono que a ellos les conviene.

¿Caza y ecología?, la caza es ecológica, siempre lo fue, nadie tiene la exclusividad de «lo verde». No es posible alcanzar el equilibrio ecológico por encima de la industrialización depredadora sin contar con la caza. ¿Animalismo?, a los animales se les cuida, se les respeta, y se les quiere; nosotros, los cazadores, lo hemos hecho siempre. A los seres humanos, también; nosotros, los cazadores, lo hemos hecho siempre.

La política no es ni será verde: azul, roja o, las más de las veces, gris, y son de esta condición, gris, los que se tiñen de verde para llegar hasta ella. No podrían hacerlo de otro modo, no sirven.

Alberto Núñez Seoane

Publicado en diariodejerez.es


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *