Rececho tras los machos monteses: sangre, sudor y lágrimas (II)

26 junio, 2017 • Caza mayor

Raúl Blázquez y su amigo cazador con el macho montés que cobró el primero

PRIMERA PARTE

Paco, con Julio, Alberto, Diego y yo presentes, hace un comentario.

– Bueno, la desgracia la ha sufrido Julio y, por tanto, puede cogerse un taxi y tú seguir cazando.

A lo que añade:

– Yo no puedo devolverte el dinero que has señalizado ni puedo reservarte el precinto para otro año. Así es que mi sugerencia es que sigas cazando y Julio sea quien se vaya.

Diego se niega a seguir escuchando tal falta de humanidad y se despide de nosotros.

Alberto y yo estamos patidifusos. Le digo a Paco que ahora mismo no se trata de caza, se trata de personas y de su total desconsideración. Julio está roto.

Aún así, le digo a Julio que nos vamos, ya arreglaremos esto como sea y este señor, por decir algo, de corazón de plástico y con dólares en los ojos como el “Tío Gilito”, que se quede con el dinero y el precinto. Surge de nuevo lo inesperado y Julio le pregunta a Paco:

– ¿A qué hora mañana?

Y Paco responde:

– A las 5:45 aquí mismo.

Y con la frialdad de un témpano, Paco se despide hasta mañana.

Mi indignación es máxima. Alberto no se lo cree. Tratamos de convencer a Julio para que desista en esa decisión; lo intentamos por todos los medios e incluso llego a pensar en montarme en el coche y que no le quede otra que subirse. Pero la cabezonería suya es máxima. No tiene ningún compromiso conmigo, somos nosotros los que le decimos que nos vayamos, pero Julio es así, su corazón no le cabe en el pecho. El estado de dolor y rabia es considerable.

Siempre decimos que en este mundo de la caza en el que vivimos te encuentras lo mejor y lo peor de las personas. Sacad vuestras conclusiones.

Julio llama a su familia y a la familia de su amigo fallecido, explica lo sucedido, y su plan ahora es volver en el transcurso del domingo y reunirse con ellos lo antes posible.

Contra todo pronóstico… seguimos cazando.

Nos vamos al hotel de nuevo y, otra vez, nuestro amigo el alcalde de Puertomingalvo nos devuelve las llaves del apartamento y nos dan de cenar. Como comprenderéis, el estado anímico es muy bajo. Los tres somos de una personalidad muy parecida y ya tratamos de animarnos como podemos. Las emociones están en continuo conflicto. No sabemos si reír o llorar. Bromeamos incluso gracias al señor Paco, “corazón de plástico”.

A la mañana siguiente volvemos a Mosqueruela. Allí nos recibe Diego, que no puede creerse que sigamos allí y comenta:

– Sois las últimas personas que me esperaba ver hoy aquí. No me lo creo.

– ¡Vamos a cazar! Qué otra de las mejores experiencias de este fin de semana es haberte conocido amigo.

Cambiamos de cazadero. Yo sólo pienso en que pase la mañana y llevar a Julio de vuelta con su familia. Nuestras familias, de Alberto y mía, están expectantes. ¿Qué puede pasar hoy? ¡Está siendo un rececho de locos!

Montes de la serranía de Teruel para la caza del macho montés 2

Llegamos a una enorme llanura con una masía abandonada en la cumbre entre dos grandes barrancos. La mañana no puede ser más espectacular. A lo lejos, muy lejos, un rebaño de cabras montesas de todas las edades y tamaños nos aguardan. El aire les va de cara y lo que tarda en llegarles es lo que tardan en poner “patas en polvorosa” y adentrarse en el barranco.

Sin más dilación, nos acercamos con el coche, que dejamos junto a la masía. Julio y yo nos bajamos para asomarnos y hacerles una posible entrada. Diego y Alberto nos esperan en el coche.

De repente… un macho muy bonito está pastando tranquilo en el fondo del barranco.

Julio lo ve y nos agachamos. ¡Raúl, por dios, esta es la tuya me dice! Lo mide y 385 metros. ¡Puf! Le digo que debemos acercarnos más, al menos a 250 m para que yo esté seguro.

Comenzamos la entrada. Bajamos por un estrecho camino unos 150 m que recorta por el barranco más a la derecha del animal. El aire es favorable a nosotros. Se acaba el camino y entramos hacia el barranco en dirección al objetivo. No hacemos más que entrar en la espesura y nos sorprende el rebaño entero que vimos arriba en la llanura.

Un macho joven nos silba y creemos que ha dado al traste con la entrada. Seguramente, el gran macho no iba a estar cuando pudiéramos asomarnos a verle. Pero contra todo pronóstico, una vez recorridos unos 50 metros y en un pequeño claro, allí estaba. Seguía pastando tranquilamente; esta vez estábamos algo más cerca. Julio coloca el trípode, nos sentamos y tomamos aliento.

– Está a 300 metros, Raúl.

– Pues… ¿Si quieres lo intento?

Estoy muy tranquilo y apunto a la línea por encima del lomo. El animal está comiendo de lado hacia la izquierda. Apunto y disparo.

La bala, para nuestra sorpresa, pasa por encima del bicho y este se agacha sorprendido.

Lentamente se gira hacia nosotros, erguido totalmente, dándonos el pecho y exhibiendo su enrome cornamenta.

– ¡Tírale otro! ¡Tírale otro!

Apunto a la nariz del animal, cojo aire y suavemente aprieto el gatillo con una tranquilidad sobrehumana. El animal abre sus patas delanteras, igual que una jirafa para beber agua, y cae de bruces al suelo. Un impacto que le ha atravesado el corazón me permite dar una muerte digna a tan majestuoso animal, que no ha podido sentir nada.

Los barrancos de Mosqueruela son óptimos para las cabras montesas

Julio rompe a llorar y esta vez yo con él. Nos pegamos una buena llantina como dos niños pequeños medio abrazados. Solo rompe el silencio de aquel barranco nuestro incesante llanto.

En un momento dado, nos miramos y empezamos a reír y, ahora sí, a comentar el lance.

– Toma, mide tú, Raúl.

– ¡337 metros! ¡Me has engañado!

– Claro, porque si te digo la medida real no hubieses tirado.

Es difícil expresar con palabras lo sucedido y espero que hayáis podido comprender la magnitud de este fin de semana de rececho entre tres amigos, que días antes jamás hubieran pensado que, como siempre y como dice mi amigo Fran, “la caza, como la da el campo”.

Y las experiencias vividas por esta afición nunca dejarán de sorprenderme, por suerte.

Por volver a los datos innecesarios, el macho montes tiene 86,5 cm de cuerna: dio medalla de oro. El lance, con rifle Blaser R8 y bala con punta de plástico cal. 300WM y 165 grains.

Raúl Blázquez


Hay sólo 1 comentario. Yo sé que quieres decir algo:

  1. Un relato fantástico que nos hacen sentir esas sensaciones tan humanas que acompañaron a los protagonistas todo el fin de semana!

    Un abrazo

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