Biólogos de la Universidad de Oviedo diseñan un test para detectar el virus que mata a los conejos
Francisco Parra, el investigador que trabajó para diagnosticar la enfermedad hemorrágica del conejo (RHDV) y su variante para diseñar después las vacunas correspondientes en 1988 y 2011, considera que la preservación de los conejos se ha abordado desde la repoblación «aunque debería centrarse más en las enfermedades que les afectan». Parra y su equipo investigan ahora para lograr un antígeno a través de ingeniería genética y no a través de animales muertos, y disponen de un test para saber cuál de los dos virus ha causado la muerte del animal.
Los primeros casos aparecieron en España en 1988. En concreto, en Asturias y León. Miles de conejos estaban muriendo, de forma súbita, y nadie conocía el porqué. El Serida (Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario) estaba recogiendo muestras de los animales y el grupo de Virología Molecular, encabezado por el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular Francisco Parra, se interesó por una enfermedad que había aparecido, hacía cuatro años en China, y se desconocía cómo había llegado hasta Europa. Con la colaboración de Miguel Prieto, del Área de Sanidad Animal del Serida, lograron caracterizar el virus. Era un calicivirus -estructuralmente muy parecido al causante de la ‘diarrea del viajero’ en humanos- el que estaba provocando la enfermedad hemorrágica del conejo (RHDV), que no tiene cura, pero que no supone ningún peligro para otras especies animales ni para el hombre. «Causó grandes pérdidas en la cunicultura industrial -recuerda Parra-, pero es que, además, amenazaba la supervivencia de depredadores que se alimentan de él como el águila imperial y el lince», cuya población principal se localiza en el parque natural de la Sierra Andújar (Jaén).
Se encontró una vacuna, obtenida a partir de macerados de hígados de conejos muertos por la enfermedad y ésta logró controlarse hasta 2011, que es cuando apareció una nueva variante (RHDVb). Ahora, en vez de atacar a los ejemplares adultos, lo hacía con los jóvenes, con los gazapos. La Organización Interprofesional Cunícola Intercun recurrió al grupo de Francisco Parra para buscar soluciones y apoyarle en la búsqueda de nuevas inmunizaciones. El grupo logró de nuevo identificar el virus y contribuyó al desarrollo de vacunas que ya han puesto a la venta dos empresas: Ovejero (León) e Hipra (Gerona).
Con la aparición de un nuevo agente vírico, se necesitan, por tanto, dos vacunas. Para ayudar a los veterinarios en su administración y a los fabricantes en el desarrollo idóneo de lotes, Parra y su equipo han diseñado un test con el fin de detectar cuál de los dos virus es el que ha provocado la muerte del animal. «Es un método de diagnóstico similar a la prueba de embarazo. Extrayendo un líquido del cuerpo del conejo y depositándolo en una ventana del dispositivo, se puede saber en diez minutos, y sin ningún tipo de aparato, qué virus es el que le ha causado la muerte, pues aparecerá una raya roja indicando el positivo», explica el investigador, que el año pasado recibió el IV Premio Isabel Mínguez Tudela a la Innovación en Sanidad Animal, que convoca anualmente la Plataforma Tecnológica Española de Sanidad Animal, Vet+i, por su trabajo de descubrimiento en el nuevo virus y el desarrollo de inmunizaciones y métodos diagnósticos. Certest ya está comercializando el método de diagnóstico.
Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España, correspondientes al año 2013, en esos cinco últimos años, desde 2008, en Asturias desaparecieron 54 explotaciones de reproducción de conejos, al pasar de 72 a 15. Los elevados costes de producción, el poco consumo de su carne, unido a los efectos de esta enfermedad, contribuyeron a ello. Recientemente, el responsable del proyecto Iberlince en WWF España (Asociación para la Defensa de la Naturaleza), Ramón Pérez de Ayala, lamentaba que ahora que las reintroducciones habían supuesto la recuperación del depredador y se había conseguido la reproducción de las hembras, «las poblaciones naturales de conejos no se sostienen», pues es difícil vacunar a los silvestres (al contrario de lo que ocurre en las granjas, donde sí se controla la enfermedad), y decía «hay que hacer esfuerzos tremendos por introducir conejos».
Ingeniería genética
Parra sostiene que la preservación de los conejos se ha abordado desde la repoblación, «aunque yo creo que debería centrarse más en las enfermedades que les afectan». En este sentido, afirma que «lo ideal sería poder liberar la vacuna en el campo en forma de cebo». Dentro de esta línea, su equipo sigue trabajando. Ahora, para lograr un antígeno a través de la ingeniería genética y no a través de animales muertos. «La información genética de la proteína antigénica del RHDVb se extrae el virus original y se introduce en otro virus, capaz de infectar células de insecto o distintas formas de su desarrollo larvario, que podemos cultivar en el laboratorio. En la célula o larva infectada por el segundo virus se produce la proteína que queremos en grandes cantidades». Para ello cuenta ya con la colaboración Algenex (Madrid) y Fatro, una empresa veterinaria italiana.
Informa elcomercio.es