Balas para cazar: para qué son efectivas y cuál es la adecuada según cada modalidad de caza
Hacemos un repaso a los distintos tipos de balas existentes y explicamos por qué unos son más apropiados que otros dependiendo de la caza que practiquemos.
Es imposible evaluar la eficacia de una bala de caza sin tener en cuenta su diseño, el tamaño del animal que se pretende cazar con ella y la distancia de tiro.
Juan Francisco París | Todos los cazadores, y en general todas las personas, son conscientes de que las balas matan. Sin embargo, muy pocas saben cómo lo hacen y, menos aún, qué usos cinegéticos tienen los distintos tipos de proyectiles de caza que se comercializan actualmente.
Lo más importante que hay que tener en cuenta a la hora de elegir una bala de caza es que su eficacia, su capacidad para crear heridas mortales, no depende solo de la energía cinética que lleva el proyectil cuando impacta, y que se puede calcular fácilmente por la archiconocida fórmula Ec = ½ M. Vx al cuadrado; siendo M la masa de la bala y Vx la velocidad de impacto.
Depende de la cantidad de energía cinética que es capaz de ceder al animal y esto solo sucede si el proyectil se deforma durante el impacto y, como consecuencia, se frena dentro del cuerpo porque cuando esto ocurre, por el principio de conservación de la energía –»la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma»–, la bala cede a la pieza una gran parte de la energía cinética que es la que produce las heridas, el daño que la bala crea en el blanco.
Como por otro lado, el que la bala se deforme más o menos depende de su diseño y también del peso del animal –de la mayor o menor resistencia que opone el cuerpo a la penetración del proyectil– se puede concluir sin temor a equivocarse que es imposible evaluar la eficacia de una bala de caza sin tener en cuenta su diseño, el tamaño del animal que se pretende cazar con ella y la distancia de tiro, puesto que la velocidad de la bala disminuye con la distancia y, por tanto, también la energía máxima que la bala puede transferir al blanco.
En animales grandes, los mejores resultados –mayores transferencias de energía y por tanto mayores heridas letales– se consiguen cuando la bala pierde la mayor velocidad posible a medida que va penetrando pero sin detenerse; logra atravesar limpiamente el cuerpo del animal –incluso si impacta en huesos – y, por fin, sale del cuerpo con la menor velocidad posible, porque si esto no sucede una gran parte de la energía cinética del proyectil se desperdicia: no se transforma en energía capaz de crear heridas importantes.
Pues bien, para obtener este efecto se ha demostrado a fuerza de realizar experimentos que la punta del proyectil tiene, necesariamente, que ser capaz de deformarse mucho, hasta que todo el proyectil adquiere una forma similar a la de una seta, pero sin fragmentarse y sin que la cola del proyectil se deforme para que no pierda su capacidad de penetrar ni describa trayectorias erráticas.
Ejemplo de este tipo de proyectiles son algunas balas de expansión controlada y en particular las que tienen la envuelta soldada a la camisa.
No obstante, algunos fabricantes no le dan importancia al hecho de que la punta pierda masa con tal de que la cola del proyectil quede intacta y continúe la penetración, por lo que de vez en cuando, y desde hace muchos años, comercializan proyectiles diseñados para que su punta se deforme mucho o incluso se desprenda de la bala en varios fragmentos.
Dan buenos resultados en piezas relativamente grandes siempre y cuando la punta se desprenda cuando la bala ha penetrado dentro del cuerpo, porque si lo hace al poco penetrar se libera inicialmente una cantidad de energía alejada de los órganos vitales que sirve de poco y muy poca más energía a medida que penetra la cola, pues la bala ha quedado convertida en un proyectil indeformable que, encima, pesa la mitad puesto que le falta la punta.
Uno de los proyectiles bien hechos y más modernos de este tipo es el RWS Speed Tip: pierde la punta pero después la parte trasera de la bala se deforma mientras sigue penetrando.
Pero además de animales grandes también hay medianos y pequeños en los que no interesa que la cola del proyectil quede intacta porque «no hay chicha suficiente que atravesar» ni tampoco que la punta se deforme siguiendo un patrón determinado: basta con que al impactar se deforme lo más posible y eso es precisamente lo que consiguen los denominados proyectiles de expansión rápida, como veremos más adelante.
Balas de caza
Básicamente, se fabrican siete tipos:
Expansivas semiblindadas. Tienen núcleo de plomo y, aunque cada vez menos, son muy populares. Las trataremos en estas notas.
De expansión controlada. Creadas para mejorar la transferencia de energía de las semiblindadas; se están imponiendo a éstas. También las trataremos.
De expansión rápida. Ideadas para conseguir el efecto contrario que las de expansión controlada. Cada vez se utilizan más para cazar a grandes distancias. Las trataremos a continuación.
Expansivas «ecológicas». Carecen de plomo porque están totalmente hechas de otros materiales, como el cobre. No las vamos a tratar para evitar que este artículo sea demasiado extenso.
No expansivas. Pueden ser blindadas con núcleo de plomo o macizas, hechas de un solo material. En armas de grandes calibres se utilizan para cazar las piezas más pesadas y peligrosas, como el elefante. Y en calibres más pequeños para no romper la piel o para dañar lo menos posible los trofeos. No tienen uso en España y no las trataremos.
De plomo, muy poco utilizadas en la actualidad, salvo en calibres muy antiguos de fuego central o anular, caso del .44-40 Win, el .45-70 Gov., o .22 L.R. Su uso es muy reducido pero sí las vamos a tratar porque son las que han originado todas las que tienen núcleo de plomo.
Balas de plomo
Salvo excepciones, hasta que no se fabricaron cartuchos cargados con pólvora sin humo a finales del siglo XIX, todas las balas deportivas y militares que se han utilizado eran de plomo y de calibres muy grandes, comparados con los que usamos hoy para cazar las mismas piezas.
Efectivamente, los primeros cartuchos de retrocarga, aparecidos a partir de 1861 y sobre todo a partir de la década de 1870 disparaban balas de calibres .44, .45, .50 e incluso más grandes porque la pólvora negra no permitía crear municiones veloces. La mayoría no conseguían velocidades superiores a los 400-440 m/s, por lo que los cartuchos se tenían que cargar con balas muy grandes y, por tanto pesadas, para que el valor de «M» en la fórmula de la energía cinética fuera lo más alto posible.
Pero lo más interesante e importante que debe conocer un cazador actual sobre la cartuchería de caza –militar y de defensa– que se utilizaba en esta época, es que casi todos los proyectiles de plomo que se utilizaban en los distintos calibres eran de punta plana o redondeada porque se había descubierto que eran más efectivos que si se hacían con puntas agudas.
Esto se debe a que las balas con puntas chatas se frenan más rápido que las agudas porque su frente de choque –superficie de contacto de la punta de la bala con el blanco– es mayor y no solo ceden más energía sino que la cesión es más rápida, por lo que el poder de parada o de incapacitación del proyectil se incrementa.
Este efecto explica por qué, a corta distancia, cartuchos tan «poco» potentes cono un .44 Magnum o incluso un .44-40 Win., son tan sorprendentemente efectivos y, lo que es más importante, permite comparar la efectividad de municiones cargadas con balas del mismo peso y material –por ejemplo semiblindadas del mismo fabricante– pero con puntas más o menos agudas. Actualmente no se utilizan mucho en los demás tipos de rifles porque las balas de punta plana y redondeada tienen un coeficiente balístico muy pobre, pierden velocidad rápidamente y solo son muy efectivas a cortas distancias –no mucho más de unos 100 metros, dependiendo del cartucho que la dispare–.
Cabe añadir que con este tipo de proyectiles de plomo se descubrió también que el poder de parada aumentaba utilizando balas con puntas huecas o con inserciones de otros materiales que, al impactar, se introducían dentro de la bala en forma de cuña y la deformaban más rápidamente. Es decir, se descubrió que la expansión del proyectil aumenta los efectos letales.
Proyectiles semiblindados
A partir de finales del siglo XIX comienzan a aparecer las primeras municiones cargadas con pólvora sin humo y las balas de plomo dejan poco a poco de utilizarse porque no eran compatibles con la nueva pólvora: ésta desarrollaba presiones y velocidades mucho más altas y los proyectiles de plomo al pasar por el cañón, literalmente, se derretían debido a la mayor presión y fricción. Se anegaban las estrías y dejaba inservibles las armas a los pocos disparos.
Para evitarlo se ensayaron todo tipo de soluciones y, al final, se optó por utilizar balas hechas con un núcleo de plomo –que proporcionaba el peso necesario– recubierto por una envuelta metálica, que es la que roza con el rayado.
Este tipo de proyectiles se denominan blindados. No solo evitaban que se emplomara el cañón, sino que también mejoraba la penetración de las balas de plomo aunque, eso sí, a costa de perder mucho poder parada porque la envuelta impedía que se deformara durante el impacto o se deformaba muy poco, incluso a corta distancia.
Resumiendo mucho la historia, el siguiente paso fue eliminar el metal de la punta de las balas blindadas para conseguir que quedase al descubierto el plomo y que, durante el impacto, al ser un material más blando que la envuelta, se aplastara y abriera el blindaje para que, al aumentar su diámetro, se frenara y cediera más energía.
Este tipo de balas se denominan semiblindadas y se han utilizado en todos los continentes y para cazar todo tipo de piezas, lo que demuestra su eficacia.
No obstante, su diseño es muy simple y en algunos aspectos no es perfecto por lo que, a lo largo de la historia se han intentado mejorar y han dado lugar a que aparezcan otras balas similares que son más eficaces en determinados usos extremos, caso de las de expansión controlada o las de rápida expansión.
Efectivamente, como la camisa o envuelta metálica es lo único que controla la expansión, es necesario elegir su peso muy bien para que, dependiendo del tamaño de la pieza, la bala expanda y penetre correctamente, ya que si el proyectil es demasiado ligero se produce una sobre expansión o incluso la fragmentación durante el impacto.
En caso contrario, si usamos una bala semiblindada demasiado pesada en un animal pequeño, lo atraviesa sin expandir prácticamente nada y, por tanto, sin ceder prácticamente nada energía.
Sería imposible nombrar todas las balas de este tipo que se han fabricado, pero si vamos a proporcionar cuatro ejemplos descollantes de probada eficacia: las norteamericanas Winchester Power Point y Remington Core Lokt –esta última se puede elegir con punta redondeada SP, muy eficaz a corta distancia por lo que se ha explicado sobre el poder de parada, o con bala puntiaguda PSP con la punta terminada a ras del blindaje, para que no se deforme al manipular los cartuchos–. Ambas se utilizan desde mediados del siglo pasado y se han tomado como base para crear muchos otros proyectiles similares, lo que avala su efectividad. Actualmente se ofrecen en numerosos calibres.
Y dos europeas: las alemanas RWS T Mantel y RWS KS, más moderna y con la punta también protegida por el blindaje, cuya eficacia está probada desde hace muchos años.
Proyectiles de expansión controlada
Pocos años después de que aparecieran las balas semiblindadas, algunos fabricantes comenzaron a modificarlas para conseguir dos efectos distintos: favorecer la expansión o bien retardarla e impedir que la bala se desorganice durante el impacto incluso en usos extremos.
Este último tipo de proyectiles, diseñados para impedir que la bala expanda más de lo aconsejable, se denominan de expansión controlada y son los que más se utilizan actualmente porque rinden mejor que los semiblindados.
Una de las primeras balas de expansión controlada tan efectiva que aún hoy día se siguen fabricando es la TUG, diseñada por Wilhelm Brenneke en 1935. Se parece exteriormente a una bala semiblindada porque el plomo aflora por la punta. Sin embargo es un proyectil mucho más técnico: posee «corta pelo», que es un borde afilado que tiene en el cuerpo para que las piezas sangren y sea fácil pistearlas; la base de la envuelta termina en forma de torpedo –para mejorar la precisión– y tiene dos núcleos de plomo dispuestos de tal manera que el núcleo trasero entra en forma de cuña en el delantero, que es más blando, para que la punta se deforme totalmente pero su cola quede intacta y pueda continuar penetrando.
Para conseguir el mismo efecto, controlar la expansión o, mejor dicho, impedir la sobre expansión, también se han usado otros métodos que han demostrado su eficacia por lo que continúan utilizándose: por ejemplo, camisas con espesor decreciente o bien con entalladuras que detienen la expansión para que la parte trasera de la bala no se deforme y no pierda la capacidad de seguir penetrando.
Incluso se han utilizado tabiques metálicos que dividen el núcleo en dos partes para frenar más eficazmente la expansión de la zona delantera. Es el caso de la norteamericana Nosler Partition, que data de 1947 y que también continúa produciéndose, lo que avala su eficacia. En vez de entalladuras, tiene un tabique interno que separa el núcleo de plomo en dos zonas para asegurar que el núcleo trasero permanezca intacto.
Otra solución muy efectiva consiste en soldar el núcleo de plomo a la camisa, cuyo blindaje se debilita por la zona de la punta para facilitar que se inicie la expansión, por ejemplo, haciendo las paredes del blindaje de esa zona más delgadas, terminándola en punta hueca o practicando cortes en el blindaje para debilitarlo.
Inmejorables ejemplos de balas con el núcleo soldado a la envuelta –que los norteamericanos denominan «Bonded»– son las europeas Geco Plus, Norma Oryx y las norteamericanas Federal Fusion y Core Lokt Ultra –que no se debe confundir con la semiblindada Core Lock–, así como la nueva bala Browning BXC que, a diferencia de las demás, posee una inserción de aluminio en la punta que inicia la expansión y mejora su coeficiente balístico.
Proyectiles de expansión rápida
Cuando se cazan animales pequeños y medianos, sobre todo si es a grandes distancias, las balas de expansión controlada y las semiblindadas no expanden bien, razón por la que los diseñadores de proyectiles han creado modelos de expansión rápida que aseguran en estos supuestos la expansión de la bala para que, aunque no encuentre resistencia a la penetración –piezas pequeñas– o impacten con muy poca velocidad –a grandes distancias– cedan una gran cantidad de energía que asegure el cobro de la pieza.
También se han diseñado proyectiles de rápida expansión para cazar animales grandes en montería y batidas con un blindaje más reforzado pero con inserciones en la punta para que abra rápidamente. Por ejemplo la bala Norma Plastic Point.
Uno de las balas más antiguos y efectivas de expansión rápida es el TIG (Bala Torpedo Ideal). Fue diseñado en 1919 por Wilhelm Brenneke con la base terminada en forma de cola de torpedo (para mejorar la precisión) y, como el TUG de expansión controlada, posee dos núcleos de plomo pero es el delantero el que entra en forma de cuña dentro del trasero para que cuando choque la punta se deforme todo el proyectil, produciendo una rápida y alta cesión de energía.
Sin embargo, esta bala, al igual que otros proyectiles de expansión rápida más modernos, aunque proporciona inmejorables resultados cuando se utiliza a distancias normales, carecían del coeficiente balístico necesario para su uso en caza a grandes distancias, problema que solucionó brillantemente de nuevo el fabricante norteamericano Nosler al lanzar en 1984 su bala Ballistic Tip: la base termina en forma de cola de bote y su punta posee una inserción muy aguda de polímetro que le proporciona un alto coeficiente balístico y, además, cuando la bala impacta abre el blindaje para que se deforme aunque la velocidad de incidencia no sea muy alta.
Tuvo y tiene tanto éxito que se ha tomado como base para crear otros muchos proyectiles tipo Tip de aspecto muy parecido, sin que ello signifique que todas las balas que utilizan inserciones similares sean de expansión rápida, porque no es así.
Por ejemplo, la bala Nosler Accubond, que carga Winchester y Norma, es un proyectil tipo Tip pero de expansión controlada que lleva el núcleo unido a la camisa; igual sucede con la bala Hornady Interbond y con la Federal Trophy Bonded Tip, etc, porque están ideadas para cazar a largas distancias piezas más grandes.
El último avance significativo en el desarrollo de municiones de rápida expansión lo protagonizó primero Winchester y después Browning al lanzar en 2015 y 2017, respectivamente, las balas Extreme Point y BXR que presentan como novedad que utilizan puntas tipo Tip más anchas para que aumente la superficie de choque, se acelere la expansión y provoquen un gran traumatismo inmediato al impacto. La punta de la bala Winchester Extreme Point es de polímero pero Browning utiliza como novedad en sus BXR puntas mixtas hechas de polímero y cobre.
¿Qué bala empleo para cazar?
Como hemos apuntado, en la menor o mayor expansión de los proyectiles de caza, además de su diseño, influye la velocidad con la que alcanzan la pieza –energía cinética–, el calibre –sección frontal de choque– y el tamaño del animal –resistencia a la penetración– que, en el caso particular de la fauna española, no es muy grande.
En general, cuando se dispara a más de 300 metros la mejor opción es utilizar balas tipo Tip de expansión rápida, independientemente del calibre que utilicemos si bien, lógicamente, éste tiene que ser adecuado para cazar a grandes distancias.
En la caza a rececho de las piezas españolas más grandes los mejores resultados se obtienen con rifles potentes de calibres medios (comprendidos entre 7 y 8 mm.) y balas semiblindadas ligeras si la munición es estándar o de peso medio si se es mágnum. Con estos últimos, sobre todo si las distancias de tiro no son extremas, se pueden utilizar también balas de expansión controlada porque la mayor velocidad de estas municiones asegura su expansión –lo que puede que no suceda con determinados cartuchos estándar–.
En la caza a rececho de las piezas más ligeras, como el corzo o el rebeco, los mejores resultados se obtienen utilizando calibres de hasta 7 mm y proyectiles de expansión rápida o bien las balas semiblindadas más ligeras y de mayor coeficiente balístico, siempre que se traten de proyectiles diseñados para caza mayor porque para los calibres pequeños, como por ejemplo el .243, se ofrecen con balas muchísimo más expansivas para abatir predadores –caza Varmint– que solo les causan heridas superficiales a las especies de caza mayor. Hay que tener cuidado para no fundirlas con las balas de caza mayor.
En montería, como mínimo, los cartuchos deben tener un calibre de 7 mm. y desarrollar la potencia del calibre .270 Win., pero se consiguen mejores resultados utilizando calibres más grandes.
Si las armas son de calibre medio –hasta 8 mm– se deben emplear las semiblindadas más pesadas que las utilizadas en rececho, aunque no más de 180 grains para el calibre .30 ni más de 196 grains para el 8×57 JS.
Igualmente, se pueden utilizar proyectiles de expansión controlada con los calibres magnum o con los estándar si las distancias de tiro son muy cortas.
Y en caso de utilizar rifles de mayor calibre –.338 Win. Mag; 9,3×62, etc. se deben utilizar las balas semiblindadas más ligeras que monte el cartucho.
En el caso del .338 Win. Mag también se pueden usar proyectiles de expansión rápida porque su calibre y peso es tan grande que no existe peligro de que se fragmente y no penetre bien en nuestros jabalíes y venados.
En general si las distancias de tiro son cortas o muy cortas, las balas modernas semiblindadas de punta plana o redondeada dan muy buenos resultados porque, como se ha explicado, incrementan el poder de parada.
En esperas de jabalí, como normalmente se tira muy cerca, lo más aconsejable es utilizar balas de expansión controlada de calibre medio, que deben tener el núcleo soldado en caso de usar calibres estándar muy veloces o magnum de calibre .270; 7 mm ó .300.
Pero si los calibres son más grandes o más potentes, como el 9,3×62 o el .338 Win. Mag citados, se deben usar las puntas indicadas para cazar en montería con estos calibres porque si las usamos más pesadas o de núcleo soldado no expandirán.
Como sucede en montería, las balas semiblindadas de punta plana o roma son muy efectivas. No las descarte.