Animalistas entran en nuestras propiedades y nos roban animales
La idea de rescatar animales ajenos estuvo bien. Una forma como cualquier otra de sentirse potente, importante, de dar rienda suelta a un narcisismo manifiesto y dar un sentido a la vida que a lo mejor desconocen, estos, los que dedican su tiempo y sus esfuerzos a salvar a los animales de otros [… ] Ellos mismos reconocieron el día después de que todo se les había ido de las manos.
La madrugada del sábado 29 al domingo 30 de junio, a las 4 de la mañana, mientras el fuego, que finalmente nunca llegó (porque al final se quedó a 1 km), amenazaba las fincas de la carretera de Rozas de Puerto Real a Cenicientos, las protectoras (hasta 10, por declaración propia) y muchos particulares animalistas, se acercaron a ese lugar bastante apartado de las llamas, para forzar las cerraduras de las fincas, refugios, cobertizos, y sacar a los animales mansos que encontraron disponibles hacia un lugar desconocido.
Nadie los llamó, nadie les pidió ayuda, no consultaron ni se ofrecieron a colaborar con nadie. Ellos mismos reconocieron el día después de que todo se les había ido de las manos.
De «Montecristo 1789», nuestra finca, donde no se puede vivir ni dormir, solo tener animales —por eso no estábamos allí, por haber pasado además la noche anterior en vela, contemplando impotentes el fuego de Cadalso—, se llevaron 4 ovejas, 1 chivo enano, 4 podencos y una burrita afgana, con una raya marrón en el lomo, llamada Severina. La burra, de 13 años, tiene chip y no puede tener hijos, porque fue operada después de un mal parto.
Sin embargo, un vecino de Rozas de Puerto Real, el pueblo al que pertenece Montecristo, comentó que «está bien para (que jueguen) los niños…». Nadie en este núcleo rural parece saber nada del paradero de Severina, que a la mañana siguiente al levantamiento de los animales parece haber sido vista atada a una farola de la piscina. No hay tantos dueños de burros en el pueblo; se nos conoce como «los de los borricos». Pero nadie preguntó a quién le faltaba una burrilla.
Los de Rozas de Puerto Real no parece que hayan sufrido la pérdida de animales, porque los defendieron muy bien de un posible secuestro, pero nosotros, a pesar de llevar 32 años en la zona, seguimos siendo considerados «forasteros».
Fue filiada por su anterior dueña, Consuelo y por su veterinario Luis, de la clínica veterinaria de Valdeiglesias, en San Martín, que la condujo hasta nosotros.
Severina llevaba cabezal y es muy mansa, bajita y bien rellena. Tiene chip y código REGA la finca. Cariñosa y acostumbrada al trato humano. Por eso fue fácil llevársela.
Estos «rescatistas», como se denominan, puede que tuvieran la idea decente de salvar a los animales —dice el refrán que «el infierno está lleno de buenas intenciones»—, pero lo hicieron en desorden y devolviendo, solo poco a poco pasado los incendios, a las 4 ovejas y al chivo primero —de hecho separaron al grupo animal de «Montecristo»— y luego a los cuatro podencos, tres castrados por decisión de la protectora, con chip y documentación de la que, a día de hoy, solo nos proporcionaron fotocopia del contrato de adopción.
Adopción de los animales
Así es, considerados «abandonados», nuestros perros, domésticos e inútiles para nada que no sea compartir la familia humana con la que viven, a los que llevamos a «Montecristo» porque desalojaron Entrepinos por el fuego y que tuvimos que adoptar para que nos los devolvieran.
Pagamos 330 euros, «un precio irrisorio» según el responsable último y líder de los bienintencionados que los alejaron de su lugar habitual. De hecho, se les pagó lo que nos pidieron, nadie regateó ni un euro.
El responsable de la protectora y algunos conocidos suyos —trabajan en redes eficaces, son muchos, algunos profesionales bien colocados y reconocidos por la sociedad que probablemente no cató su modus operandi—, no tienen ni idea de dónde puede estar nuestra burrita. Nadie la tiene. Alguien se llevó un animal amoroso, que tenía una vida apacible y tranquila en compañía de otros compañeros y su familia.
Se interpuso estado de la cuestión en el Ayuntamiento de Rozas y en la Guardia Civil de Cenicientos, se empapeló con su foto de desaparecida Rozas, Cadalso y cercanías. Salió la petición de su devolución hasta en un programa de radio, en Telemadrid.
Situación actual
Que la devuelvan los que se la quedaron sin ser suya. La burrita debe volver con su familia a «Montecristo 1789», que por cierto ya no se llama más así. Le quitamos el cartel que le daba un nombre significativo para nosotros. El lugar cambió, nos cambiaron las circunstancias.
Los animales que fueron devueltos volvieron estresados, más flacos, y algunos convalecientes de operaciones forzosas. De hecho, los machos con pérdidas de orina y a los 4, cuando le acercas al lomo la mano para acariciarlos, se encogen. La psicología animal y la de las personas que los quieren y cuidan, parece que nunca se tiene en cuenta. Y ahora esta preciosa finca, antes refugio para animales descartados, viejos o enfermos, está en venta.
Pero la idea de rescatar animales ajenos estuvo bien. Una forma como cualquier otra de sentirse potente, importante, de dar rienda suelta a un narcisismo manifiesto y dar un sentido a la vida que a lo mejor desconocen, estos, los que dedican su tiempo y sus esfuerzos a salvar a los animales de otros.
Hay por el mundo muchos necesitados: enfermos de ébola, refugiados de guerra que lo perdieron todo, pobres comunes aquí, en Madrid y provincia, a la vuelta de su casa, sin techo, sin trabajo, sin familia, niños hambrientos, inmigrantes en medio del mar, esos sí abandonados de verdad por sus países, las instituciones, incluso algunas ONGs y los gobiernos de la Europa más rica. En todas estas causas podrían empeñar su esfuerzo, la osadía, la dedicación, el altruismo.
A.P. y J.S