Agentes medioambientales de Castilla y León descubren cepos y lazos en el Bierzo

Los agentes de Castilla y León rastrearon la zona de Robredo de Sobrecastro hasta encontrar un total de 14 lazos y dos cepos.

El furtivismo es una práctica perseguida y penada que en el Bierzo se repite con cierta asiduidad. Ejemplo de ello es el último caso detectado en Robledo de Sobrecastro, un pueblo perteneciente al municipio de Puente de Domingo Flórez. Aquí, en una zona de viñedos, un grupo de agentes medioambientales de la Junta de Castilla y León en Ponferrada localizó, nada menos, que catorce lazos y dos cepos listos para su uso. Todos concentrados en una extensión de unos 3.000 metros cuadros y colocados siguiendo el mismo modus operandi, lo que directamente lleva a pensar que son obra de la misma persona, según informaron ayer fuentes de la Asociación Profesional de Agentes Medioambientales de Castilla y León (Apamcyl) consultadas por Diario de León.

Los agentes encontraron un cepo por casualidad y decidieron llevar a cabo un rastreo de la zona para ver si había más. Así fue, hasta 16 artefactos ilegales encontraron y en uno de ellos, concretamente uno de los dos cepos, había rastro de sangre. Quiere ello decir que alguna pieza cayó en la trampa y consiguió escapar, aunque no hallaron en la zona ni la parte amputada ni al animal en cuestión.

Con la localización de los cepos y los lazos —tipificados como un método no selectivo de captura en el que puede caer cualquier animal, sea o no especie protegida— se abre una investigación para tratar de localizar al autor. Generalmente, cuando se tiene constancia de casos de este tipo, los agentes retiran algunas trampas y mantienen otras a fin de hacer un seguimiento y tratar de identificar el infractor. No obstante, en el caso de Robledo de Sobrecastro, la decisión fue la de retirar todo el material porque los agentes medioambientales fueron vistos por varios vecinos, con lo que el caso se convirtió en un secreto a voces que impedía mantener una investigación secreta.

La Ley de Caza 4/1996 tipifica como «infracción grave» cazar con sistemas no autorizados y «emplear sin autorización o incumpliendo los requisitos establecidos en la misma, de medios, métodos y procedimientos de caza prohibidos». Las sanciones por estos hechos conllevan una multa económica que oscila entre los mil y los 5.000 euros, así como la posibilidad de retirada de la licencia de caza y la inhabilitación para obtenerla en un plazo comprendido entre uno y tres años.

No obstante, según especificaron fuentes de Apamcyl, aparte de una sanción administrativa, estos hechos pueden ser constitutivos de un delito contra la fauna, recogido en el Código Penal, y desde luego lo es si en las trampas cae alguna especie protegida. En el caso de Robledo de Sobrecastro, los lazos y cepos estaban pensado seguramente para el jabalí, pero pudieron haber caído en ellos jinetas, gatos monteses o, incluso, perros de particulares. De hecho, no son pocas las ocasiones en las que los agentes medioambientales localizan trampas de este tipo después de que algún propietario alerte de la desaparición de su perro. No hay que olvidar tampoco que los cepos constituyen un gran peligro también para las personas.

«Es una acción cruel que lleva a los animales a una muerte miserable, ya que cuando tratan de escapar, más aprieta», afirmaron desde Apamcyl.

Informa María Carro para diariodeleon.es