El abandono rural empuja hacia las urbes a la fauna salvaje

26 septiembre, 2017 • Miscelánea

El pastoreo es una actividad que se pierde / Roberto Hernández Yustos

El despoblamiento de las zonas rurales y la proliferación de maleza multiplican el riesgo de incendio en los montes de Asturias, además de «empujar» a la fauna salvaje hacia zonas urbanas.

La naturaleza asturiana se desborda y puede convertirse en un problema para la región. La alarmante disminución de habitantes en las zonas rurales y el abandono de actividades agrícolas empujan a la fauna salvaje hacia las zonas urbanas y convierten al Principado en un polvorín ante futuros incendios forestales. Los expertos piden replantear el modelo territorial y advierten de un riesgo inminente: que la naturaleza «se descontrole».

«Hay una tendencia clarísima por la que el monte avanza hacia la ciudad y ni la administración ni la propia ciudadanía están a la altura de las circunstancias», cuenta Jaime Izquierdo, experto en desarrollo rural, quien señala que «la presencia de jabalíes en las calles de Oviedo forma parte de una patología compleja». La enfermedad a la que se refiere Izquierdo es la posibilidad de que la naturaleza se descontrole. Para evitarlo es necesario reactivar la vida en las zonas rurales. A su juicio, las políticas del gobierno no han conseguido frenar el despoblamiento y explica por qué los animales se acerca cada vez más a las ciudades: «Se mueven para buscar sitios seguros en los que dormir, lugares para reproducirse y zonas en las que haya alimentos».

El geógrafo José Antonio González Díaz indica que la capital del Principado es el lugar idóneo para la fauna salvaje porque «en el Naranco hay 1.000 hectáreas de matorral a solo cuatro kilómetros del centro de la ciudad». No obstante, el verdadero riesgo es otro: «Si sigue sin haber discontinuidad paisajística, Oviedo va a sufrir un incendio en primera línea porque hay mucho tojo y repoblación de eucaliptos sin ningún tipo de gestión». Para explicar la amenaza utiliza la teoría del cierre del paisaje: «En los últimos 50 años se pasa de un paisaje dominado por una matriz de prados, cultivos y pastizales a otro en el que domina la componente forestal, que en este caso supone el 72% de la superficie regional, con un 30% de matorral y un 42% de superficie arbolada. Todo ello establece un paisaje sin discontinuidades en el que los incendios son más difíciles de controlar». Además, González Díaz incide en los efectos devastadores para el cambio climático si se produce un incendio dada la situación en la que se encuentra el monte asturiano: «En la zona de matorral hay una gran cantidad de dióxido de carbono que ante un incendio se libera de golpe. En cambio, las praderas y el pastizal, que queman mucho peor, fijan el dióxido de carbono al suelo actuando de sumideros estancos». El conflicto entre naturaleza y sociedad viene de lejos. Un ejemplo son los lobos, que durante años han ido acercándose a zonas urbanas para buscar comida.

«El problema más grave está en las zonas periurbanas como Oviedo donde no se puede cazar y los animales que viven de los restos que deja el hombre han proliferado. Los jabalíes son las nuevas ratas. El día que maten a alguien habrá que buscar a los responsables», expresa el expresidente del Principado Juan Luis Rodríguez-Vigil, que lleva tiempo advirtiendo de la compleja situación que se ha ido fraguando en las últimas décadas como consecuencia de una política de montes errónea. En su opinión, son muchos los terrenos abandonados por lo que tierras que en épocas pasadas se utilizaban para la agricultura y la ganadería ahora está llena de maleza donde campa la fauna salvaje.

Por otra parte, González Díaz destaca la complicada situación del modelo territorial: «Ahora mismo seis concejos de los 78 de Asturias, concentran más del 70% de la población». Y explica: «Esto dibuja una región con grandes desequilibrios territoriales internos y genera que 21 concejos tengan menos de 10 habitantes por kilometro cuadrado, son desiertos demográficos». Además, indica que «hay casi 700 núcleos rurales deshabitados y otros 716 sin viabilidad poblacional porque tienen entre uno y tres habitantes». Díaz considera que el problema está llegando a un punto dramático en el que es necesario que la región se replantee su modelo económico: «La sociedad asturiana tiene que tener claro si quiere una fauna descontrolada o un equilibrio entre el área central y las alas». Su solución es «apostar por la calidad de los productos y aprovechar de forma sostenible los recursos naturales». Y recalca: «El problema no es nuevo, es una realidad que antes llamó a la puerta de las aldeas».

Roberto Hartasánchez, presidente del Fondo para la Protección de la Fauna Salvaje en Asturias (FAPAS), considera «normal» que haya jabalíes en el centro de Oviedo porque «la ciudad se expande hacia territorios que antes pertenecían al monte». Por ello, estima necesario establecer un modelo de gestión sostenible en el que se respete «la privilegiada naturaleza de Asturias».

Sin embargo, la visión de Hartasánchez choca con las soluciones planteadas por el resto de fuentes consultadas, que consideran necesario aplicar métodos más drásticos: «Es un despropósito que en un accidente entre un coche y un jabalí se cure al animal cuando nos están causando un problema. Debería ir a la cocina económica», comenta Jaime Izquierdo.

¿Cuáles pueden ser las soluciones para el imparable despoblamiento del campo? La clave puede estar en incrementar la rentabilidad económica de los terrenos. En esta línea, Juan Luis Rodríguez-Vigil considera que la principal causa de los males que sufre la sociedad asturiana está en las actuales políticas agrarias: «No tiene ni pies ni cabeza que en el siglo XXI estemos con un sistema de minifundios del siglo XVIII». Por ello, el expresidente del Principado considera necesario buscar la rentabilidad de la economía agraria con «grandes propiedades» que potencien el valor productivo de la tierra.

Los sindicatos agrarios también reflejan la devaluación que sufren los terrenos por la desatención y la proliferación de los matorrales. «El monte con un metro de altura es como una selva en la que los animales no pueden comer. Es normal que vayan detrás de la comida fácil», expresa José Ramón García, secretario general de la Unión de Campesinos de Asturias (UCA), que no ve en las medidas llevadas a cabo por las instituciones públicas una solución. «La gente del medio rural no está haciendo ningún tipo de inversión, los jóvenes prefieren marchar», asegura.

Por su parte, Mercedes Cruzado, secretaria general del sindicato COAG-Asturias resalta las consecuencias del despoblamiento: «En toda la región se ve que en la medida que va desapareciendo la ganadería crece el matorral y el monte está en peores condiciones». Ello supone un conflicto para la economía de la región: «Cuando cualquier visitante llega a nuestros pueblos quiere verlos limpios y para eso es necesario que intervenga el medio rural».

En la misma línea apunta Jesús Arango, economista y exconsejero de agricultura, quien considera errónea la idea que tiene la sociedad «urbana» sobre el funcionamiento de la naturaleza. «Asturias es un paraíso gracias a miles de horas de trabajo de los campesinos. Si se deja de trabajar la tierra, el verde se convierte en marrón y en 15 o 20 años gran parte de Asturias estará inhabilitada», concluye.

Informa Luis Álvarez para lne.es


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