El cazador y la RAE, algo más que un resquicio
Caza y cazador se han adaptado a la sociedad moderna, y por tanto sus definiciones no pueden ser estáticas y anticuadas. Por este motivo creemos oportuno que la definición de cazador debe ser revisada y actualizada para el contexto actual social, excluyendo de manera tajante el término “oficio”, pues la mayoría de cazadores no somos recompensados económicamente por cazar […]
No pasa desapercibido que la Real Academia Española (RAE), en los últimos años, ha intentado estar a la altura de una sociedad modernizada donde los neologismos surgen de las redes sociales, las nuevas tecnologías y de «Mujeres y Hombres y Viceversa». Así pues, esta institución ha incorporado términos tales como “postureo”, “pinqui”, “cliqueo”, “cliquear”, “culamen”, “pechamen”, “almóndiga” y otros tantos más que a más de uno le haría pensar si estamos hablando de la Real Academia Española o del glosario del «Sálvame Deluxe».
No obstante, otros términos no han tenido la misma consideración y no parecen estar a la altura del siglo XXI, y es lo que ocurre con el concepto de “cazador”. Actualmente, la RAE lo define como “Dicho de una persona: que caza por oficio o por diversión”. Si buscamos, dentro del mismo organismo, la definición de “oficio”, encontramos lo siguiente: “ocupación habitual”, “cargo, ministerio”, “profesión de algún arte mecánica”, “función propia de alguna cosa”, “comunicación escrita, referente a los asuntos de las Administraciones públicas” y otros más que no parecen encajar ni siquiera parcialmente con aquello que realmente hace el cazador, pues, entendiendo la caza como oficio podría incluso dar a entender que el cazador solo se dedica habitualmente a ello, recibe a cambio una compensación económica o lo que es peor, entenderse como un asesino a sueldo de animales, un sicario. Y lo que antes se hacía por necesidad no quiere decir que hoy, por no necesitarse, pase a ser exclusivamente una diversión otorgando una connotación sádica a aquel que practica esta actividad.
Lo que sí es evidente es que la caza ha evolucionado en muchos aspectos con la evolución de la especie humana desde el paleolítico hasta los tiempos de hoy en día, pues algunos estudios datan que el 80% de los humanos son herederos de este modo de producción basado en técnicas primitivas como la caza, la pesca y la recolección. Se han sofisticado las herramientas para cazar, se han incluido dentro de la acción de cazar otras connotaciones como la ética, el uso racional de los recursos cinegéticos, y un modelo sostenible que ya no se adhiere estrictamente a la supervivencia sino que se basa en el aprovechamiento de los recursos cinegéticos a la misma vez que se vela por la preservación de la especies objeto de caza.
Tal es así que dichas connotaciones ético-morales, incluidas en modelos sostenibles de gestión y actividad cinegética, han generado dentro del colectivo de cazadores una ideología, principios o valores compartidos por todos los afines que hacen mucho más holístico el concepto de cazador, y que no puede quedarse escuetamente referenciado a aquella persona que caza por oficio o diversión. Caza y cazador se han adaptado a la sociedad moderna, y por tanto sus definiciones no pueden ser estáticas y anticuadas. Por este motivo creemos oportuno que la definición de cazador debe ser revisada y actualizada para el contexto actual social, excluyendo de manera tajante el término “oficio”, pues la mayoría de cazadores no somos recompensados económicamente por cazar y, en cuanto al término “diversión”, optar por usar otro carácter que incluya matices como el componente hereditario usando un término, por ejemplo, como es el de “autorrealización, autoestima frente a otras especies objeto de ser consumidas por el humano”.
Víctor Damián Acosta Hernández