Una sociedad de caza gallega acuerda reducir la extensión de su coto por seguridad
Las viviendas próximas a un coto gallego achican su extensión. La Sociedad de Cazadores San Fernando-Vicente y la Junta de Galicia han llegado al acuerdo de restar casi 165 hectáreas a las 972 con las que contaba esta acotado o Tecor (terreno cinegéticamente ordenado). Los cazadores han sido los impulsores de esta iniciativa con el fin de mantener las distancias de seguridad y aumentar la zona de protección entre el tecor y el barrio coruñés de Novo Mesoiro. La asociación animalista Libera considera que el coto crea «inseguridad» entre los vecinos y que el Gobierno gallego cede ante el «lobby procaza».
Hace 30 años, lo que hoy es el barrio de Novo Mesoiro podría confundirse con cualquier otra estampa del rural gallego. Las explotaciones agrarias y pequeñas casas abundaban más que ahora y las extensiones de monte todavía contemplaban con relativa tranquilidad el avance del cemento y el asfalto. Fue en ese momento, en 1986, cuando se constituyó la sociedad San Fernando-Vicente, impulsada por aficionados a la caza de los barrios de San Vicente de Elviña y San Fernando de Feáns, para explotar el coto que hoy se sitúa a escasos metros de las viviendas de Novo Mesoiro.
La creación de este nuevo barrio ha creado un conflicto de intereses. Por un lado, se encuentran amantes de la caza y, por otro, los nuevos residentes a los que inquieta escuchar el sonido de las escopetas a escasos metros del trajín urbanita. Pero ¿qué se caza realmente en el único coto que sobrevive en La Coruña?
Prácticamente la totalidad de la actividad se centra en la caza menor, en concreto, en el conejo, el zorro y el faisán, según cuenta Héctor Gromaz, el presidente de este Terreno Cinegéticamente Ordenado (Tecor). El coto cuenta también con licencia para dos piezas de caza mayor al año -a las que renunciarán a partir de la próxima temporada, según lo acordado el miércoles con la Junta-, que en los últimos seis años se han traducido en tres jabalíes abatidos.
Los cazadores pueden moverse por un terreno de 972 hectáreas, de las cuales 163,44 (un 17% del total) tendrán prohibida, por iniciativa de los cazadores, la práctica del tiro a partir de septiembre. «No hay motivo para preocuparse. Pueden escucharse tiros a 400, 500 o 600 metros pero la práctica de la caza se realiza con total seguridad y de acuerdo con lo que fija la ley», señala Héctor Gromaz. El único incidente que se produjo tuvo lugar hace cuatro años, cuando un cazador disparó a un conejo que huía ya herido cerca de una cancha deportiva que usan los vecinos de Novo Mesoiro. «Solo fue aquel incidente y se pagó la consiguiente multa a la policía, como quien se excede el límite de velocidad», asegura el portavoz del coto.
A su juicio, y contra muchos «mitos alimentados por el desconocimiento», la presencia de los cazadores ayuda a mantener la diversidad de la fauna salvaje de la zona. La ausencia de explotaciones agrarias, impide que las colonias de conejos y otro tipo de animales se pueda mantener sin la intervención del hombre. Y es que son los propios cazadores los que cada año se encargan de soltar cientos de conejos para poblar el coto y poder tener una presa en la temporada de caza. «Sin esta labor que nosotros hacemos, no habría alimento ni para los zorros, ni linces ni aves rapaces», apunta Héctor, que señala que la muerte de grandes poblaciones de conejos se debe hoy en día a la contaminación y al uso de fertilizantes, más que a los cazadores.
La asociación animalista Libera considera que el acuerdo sellado entre Junta y cazadores para aumentar la zona de protección de este coto «no supone una mejora» y creen que sigue generando «inseguridad» a los vecinos de la zona. Acusan al Gobierno gallego de «seguir los pasos del lobby procaza».
Informa Miguel Rodríguez para laopinioncoruna.es