Tras el jabalí en el corazón de Las Arribes
El final de la temporada de caza menor, este año con un cierto sabor agridulce, dio paso en el mes de febrero a la celebración de ganchos y monterías al jabalí por –se podría decir– toda la geografía salmantina, pero son la Sierra de Francia y Las Arribes, con el permiso del Rebollar y la Sierra de Camaces, lugares en los que la caza de esta especie cobra especial protagonismo.
Así pues, que en nuestro empeño de dar a la actividad cinegética la importancia que merece en nuestra sociedad, por tradición, cultura, actividad económica, gastronomía y número de aficionados, por citar algunas de sus peculiaridades, días atrás nos desplazamos hasta Aldeadávila de la Ribera para participar en una de sus monterías más emblemáticas por los resultados que siempre desprenden sus cacerías.
Casi me parecía que fuera ayer cuando pisé por vez primera ‘La Encinar’, como así se le conoce a la mancha que iba a ser objeto de caza en esta nueva jornada tras los jabalíes, pero iba a hacer nueve años –se dice pronto– cuando salíamos de la sede del Club Deportivo Arribes del Duero, antiguos mataderos que fueron reconvertidos para un buen fin.
Lo impredecible de la caza
Entonces hubo peor suerte a pesar de que esta mancha, de unas 500 hectáreas con La Jara, había permanecido de reserva durante la temporada de caza. En esta ocasión se monteaban conjuntamente, por lo que había terreno suficiente para que 100 puestos cerrasen en varias armadas la mancha y permaneciesen a la espera de que las ocho realas dispuestas para batir el terreno sacasen a los cochinos de los encames. Como así sucedió.
La mañana se presentaba con una buena temperatura y el cielo un tanto cubierto, aunque a medida que avanzó el día, el viento del Este sopló con más fuerza, tanto que la armada del Camino de La Verde se las prometía felices al tener el viento de cara, pero una vez más se confirmó que la caza es impredecible, pues los cochinos arrancaron de frente a los puestos que se encontraban en el camino nuevo asfaltado al Salto y que enlaza con la carretera del Abanico.
Puestos de toda la provincia
Aunque la junta era a las nueve de la mañana, casi una hora antes llegaban los primeros monteros, que pasaban por la mesa para que Jesús Castellano, organizador de la cacería, procediese a su inscripción para el sorteo de puestos. Organizar con éxito una montería con 100 escopetas llegadas de todos los puntos de la provincia, y ocho rehalas, requiere, además de paciencia, conocimientos del terreno y ser minucioso en cada detalle, especialmente en aquellos relacionados con la seguridad.
Así que antes del sorteo y desear suerte a todos en el Restaurante El Paraíso, el capitán de la montería procedía a recordar a escopetas y perreros las normas que deben regir su comportamiento en el campo, especialmente en el apartado normativo, prendas reflectantes, zonas de seguridad y otras que aunque no obligatorias, siempre convenientes, además de “dejar a los corzos que corran felices”, pues las especies a abatir eran jabalí y zorro.
A las once de la mañana la mancha estaba ya cerrada y unos minutos después se daba la suelta de las rehalas desde distintos puntos. Pero, el viento del Este comenzó a soplar con fuerza, lo que no evitaría que los cochinos buscasen la salida en contra de la dirección en la que el Duero les corta la salida. Al final, 11 guarros en la junta de carnes más alguno que quedó en el monte para los buitres, un zorro al que le sonrió la suerte en un portillo, y una cámara lista para el taller de reparación. Buena caza.
Crónica de Miguel Corral para salamancartvaldia.es
Fotografía: M. Corral