Jabalí, el depredador implacable
No vamos a tratar del estreno de ningún remake de títulos tan conocidos como ‘Orca, ballena asesina’ o ‘Tiburón’. La imagen que la mayoría de las personas tienen del jabalí (Sus scrofa) es la de un cerdo salvaje que se alimenta de frutos y plantas y que a su vez es presa de animales tan poderosos como el lobo o el águila real, como ha quedado reflejado en numerosas producciones documentales. Pero la realidad es bien distinta, y el cine también nos ofreció una clarificadora pista en la escalofriante escena de la película ‘Hannibal’ (2001).
Auténticas «hordas» de jabalíes recorren cada noche nuestros espacios naturales intentando llenar sus insaciables estómagos, desde las zonas de montaña como Revolcadores y Sierra Espuña, hasta la misma orilla de algunas de nuestras playas, penetrando incluso en entornos urbanos. Su oportunismo, capacidad de adaptación y elevada natalidad, junto al abandono del mundo rural, y la ausencia de depredadores naturales han permitido una imparable explosión demográfica en los últimos 25 años.
Las piaras, de hasta 10 o 15 ejemplares, hozan en praderías, ramblas, zonas de bosque y cultivos levantando piedras y troncos donde encuentran jugosos manjares. Insectos, lombrices y caracoles forman parte de su dieta omnívora habitual. Pero también lo son carroñas, pequeños mamíferos y, en lo que a nosotros nos atañe, la mayoría de las especies de nuestra rica fauna herpetológica. Anfibios como el sapo común, el sapo corredor y los amenazados sapo partero bético y salamandra son capturados con facilidad ante su limitada capacidad de huida. Muchos reptiles, entre los que se encuentran multitud de lagartijas, eslizones, salamanquesas, pequeñas y medianas serpientes, no ven la luz del día siguiente tras ser atrapados en sus refugios nocturnos. Ni siquiera nuestra escasísima y «peligrosa» víbora hocicuda escapa de las potentes fauces del suido. Pero si hay una especie emblemática de nuestra fauna que sufre los efectos de la sobrepoblación de jabalíes, esa es sin duda la tortuga mora. Los ejemplares pequeños son auténticas golosinas. Incluso ejemplares de mediano tamaño, con el caparazón completamente osificado y resistente, son partidas y devoradas con cierta facilidad.
Ante la ausencia en nuestros campos del superpredador natural por excelencia, el lobo, seguramente por largo tiempo, sería preciso incrementar el esfuerzo dedicado al control de las poblaciones de jabalí. Quizá el método más efectivo sea la captura selectiva mediante el uso de jaulas trampa, que permite apresar numerosos ejemplares, hasta 12 al mismo tiempo, como se ha comprobado en la sierra de la Almenara. Desde nuestra administración ambiental regional se debería favorecer su uso entre los propietarios de fincas situadas en zonas tortugueras. Por supuesto, bajo el control y asesoramiento adecuado que garanticen su uso correcto por parte de los técnicos y agentes medioambientales, que permita evitar los daños colaterales para otras especies que puedan ser capturadas en las jaulas, como ha ocurrido alguna vez con tejones.
Eduardo Escoriza
Presidente de la Asociación Herpetológica Murciana / Publicado en laverdad.es