Madera de Cazador: El ajedrez de las noches

17 diciembre, 2015 • Miscelánea

Capitulo IV de Madera de Cazador de Daniel Puerta Serrano: El Ajedrez de las noches

Capitulo IV: El ajedrez de las noches 

Remar el curso de los días a contracorriente de la vida, morir sólo es dejarse llevar pero vivir es avanzar a contramano, a contrapelo hay que desollar la caza de pelo y a contrapluma la de pluma, cosas más evidentes se dijeron, el sol también amanece todos los días y el petirrojo de los inviernos trisca su canto porque está despreocupado y es dichoso como la populosa gota de agua, quizá no tenga mayor entretenimiento, luego vendrá el plomillo que lo desinfle para siempre, luego la fértil perdigonada de renuevo de los campos y las especies cuando llegue la primavera, el castrador Sito Telo Valdeamores atrapa con liga verdecillos, lúganos, jilgueros y ruiseñores para extirparles la siringe, se prepara unas sopas que toma en ayunas, hace gárgaras con la última cucharada y entonces silba templadamente durante media hora, más tiempo ha pasado desde 1986, Chemari hizo varios millones cazando torcaces y extrayendo el oro de sus mollejas, algunas tenían pepitas como garbanzos, cazaba y compraba todas las palomas que se le ponían al alcance de la escopeta y de la mano, llegó a pagar mil seiscientas pesetas por una docena que bajó Pedro Mario Divino Cochicán en la Sierra de las Perdices, José María no ha vuelto a encontrar una semilla amarilla, amarilla semilla desde aquella fecha en la que dicen que fue excelente la extracción de metales en la cuenca del mar Caspio, las torcaces se habrían cebado en los Urales y llevaban el tesoro a buen recaudo, quién lo iba a saber, Martita fue la mejor perra de Máximo Semeo Alfonso, la más aguerrida de todas las que pasaron por sus manos y la que tuvo la muerte más inmerecida, la arrolló un mercancías que iba para Lisboa, el animal se volatilizó de sopetón, Máximo no encontró luego ni el collar azafranado que le ponía a todos sus perros y por eso piensa, en esto solamente piensa a veces, que Martita sigue tan entera y rabona como el día en que parió los ocho zorros o los ocho perros, ni eran perros ni eran zorros pero eran ambas cosas y la perra aguantó la llegada de la camada bastarda con la entereza de un bloque de granito, los cachorros duraron menos que mil duros en el bolsillo de Ricardito Casasola, así le sopla al chaval el viento de la suerte bobalicona en la popa de su fácil existir, así se deshizo Máximo de las ocho bestias que alguna satánica vulpeja depositó a trasmano en la panza de la foxterrier, así muda la camisa el día con la capa de la noche, casilla blanca, casilla negra, casilla blanca y otra vez a empezar, pim, pam, pim, pam, enrocarse a dormir para evitar el jaque mate que se apuntala en la cabeza como una mala idea, como una testaruda migaja de pan en el cielo de la boca, Isolino Zuil Cervigón salmodia la retahíla de aves que vuelan con el bando en geométrica formación, ánade friso, ánade rabudo, ánade real, ánade silbón, ánsar campestre, ánsar común, a la letra b no llega porque el auditorio sale de estampida y él se queda cicleando su verborrea como una gran águila que no quiere aterrizar y se eleva con la corriente hasta posarse en el resalte de un cirro del atardecer, bermellón y ardiente como una fragua, a fuego lento, soplete, cerbatana, cantazo a mano, mejor con honda, cuatro mililitros de T-61, inanición por hambre, ya van faltando menos, todo es ponerse y el que no empieza nunca nada es como el que nace para morir de antemano, siempre hay que procurar comenzar a vivir temprano y morir lo más tarde posible, esto no lo decide uno, bien es cierto, tarde o temprano se muere y antes o después levanta la rabona al pie de la carroña, Ricardito Casasola marró seis, una tras otra, junto a un toro charoláis que fue a pudrirse al borde del arroyo de San Caín, luego se puso a traquetear sobre los bandos de calandrias hasta que vació

la canana como si las avecillas tuvieran culpa de su desatino con la escopeta, acabó la tarde entre botellas de alcohol de marca y mujeres que fumaban rubio con boquilla en el Sophie, él les contaba lo de las liebres y ellas le reían la historia sin comprenderla del todo, Bárbara Cavacasillas Rey fue la única pareja reposada de Ricardito, las demás novias le duraban dos o tres días pero Bárbara aguantó a su lado un mes y trece días, a lo mejor fueron catorce o quince, no lo sabré nunca y la chica no pudo más porque todo tiene su límite, el patrimonio de Ricardito no merecía semejante sufrimiento y ella bien se podía quedar de figura menesterosa para el resto de sus días, también para vestir cuantos santos se le pusieran delante, a veces el ave de rapiña sale escaldada del lance de caza, la garra afilada duele a dolor pero el colmillo repentino hiere de muerte el corazón y si la arpía no sabe retirarse a tiempo puede empezar a escribir su adiós, Tomás de la Corte Villaverde cabalga con la mirada las lunas del almanaque y puntea las noches que saldrá con la escopeta, luego no respeta el calendario marcado, lo mismo da, están pasando los días con una indiferencia que no se recordaba, Remedios Tovajas se santigua constantemente porque su fe apuntala el cerco defensivo contra sus miedos mientras Máximo Semeo Alfonso sostiene que el desinterés de los días no traerá nada bueno, el hecho de que no tomen partido por nada es síntoma de debilidad, y cuando los días se debilitan las noches les ganan terreno y llega el otoño, luego el invierno, luego ya la primavera y comienza el juego de las noches con los días, noche, día, noche, día, noche y otra vez a empezar, ¿llegaremos a algún lado con constancia y reiteración, con la perseverancia e insistencia que requieren los trayectos que van a alguna parte?, que tienen destino, quiero decir.

– ¿Cómo? ¿Preguntaba usted algo?

– No, nada; hablaba para mis adentros.

– ¡Ah!, disculpe que le haya interrumpido.

Entre una casilla negra y otra blanca siempre hay una ruptura, un cambio que duele pero ante el cual se puede hacer frente, se debe hacer frente, encasillarse es doblegar la vida a las cuatro esquinas de una misma cuadratura y dejarse llevar sin dar un paso, pero habrá que remar, qué duda cabe.

En homenaje a Camilo José Cela

Texto: DPS. Dibujos: Pablo Capote.

[Publicado en TROFEO, nº 423 y 424, agosto y septiembre de 2005]


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