Los puestos en la caza del jabalí al rastro II

12 agosto, 2011 • Noticias de caza

Capítulo II: El perrero, un puesto más


Aquí, el perrero va siempre armado y es un integrante de la partida de caza. En mi opinión, el principal y, además, el que tiene que dirigir la cacería a partir del momento en que ha soltado la jauría.

Nunca debe dirigirse al punto de la suelta hasta que el último puesto no se haya colocado y le de la indicación de soltar. La jauría, presintiendo ya el inicio de la acción, alborota demasiado ya dentro del remolque, pero cuando, ya atraillada, toca el suelo, arma escándalo suficiente como para levantar al jabalí antes de armar convenientemente la zona.

Mientras los puestos se dirigen a cubrir las posturas indicadas, el perrero debe atraillar los perros y sacarlos del remolque, a fin de que éstos vacíen lo que tengan que vaciar y esta imperiosa necesidad no se produzca en el momento de la suelta. Como dice un perrero amigo, «aquí se viene meao y cagao de casa».

Llegado al rastro de entrada que los pisteadores le han indicado, el perrero, conocedor de sus canes, procederá en consecuencia con lo que haya dentro. Si ante un jabalí solitario nos hallamos, procederá a soltar en primer lugar a lo que aquí se denomina el gos de petja, que es un can especialista, que tomará el rastro y lo latirá espaciadamente y con un volumen y cadencia que generalmente ira in crescendo, conforme se vaya acercando al encame, desenredando el rastro que se le ha ofrecido. Localizado el encame, este perro cambiará el tono de voz y latirá a parado.

A esta ansiada señal, el perrero —que en estos momentos ya está siendo literalmente arrastrado por la jauría que oye la marca de su compañero— soltará rápidamente traillas y se dirigirá lo más rápido que pueda al encame. Si el guarro se resiste a levantarse y, en consecuencia, la jauría tiene montado un pandemonium de órdago a su alrededor, personalmente entiendo aconsejable que el perrero dispare inmediatamente al aire, intentando provocar la arrancada del jabalí. En este aspecto hay opiniones diversas, que entienden que el perrero debe aproximarse sigilosamente con la intención de finiquitar al bicho en la cama, pero, modestamente, no las comparto.

En primer lugar, parto de la base de que nuestras jaurías no se caracterizan precisamente por contar con perros de agarre, con lo que el bicho está suelto y rodeado de perros que, ante su visión, están como locos. Disparar en estas condiciones es una temeridad. Y en segundo lugar, entiendo que para la integridad física de los canes, el prolongar la situación de acoso del jabalí en su encame, no es ninguna buena idea. Cuanto antes se rompa este acoso, provocando la arrancada, menos hilo de suturar suele emplearse.

Si es toda la piara la que tenemos emplazada, no está de más reservar algún perro en el remolque, dada la frecuencia con que la jauría parte a todo gas tras el primer jabalí que se levanta, quedando el resto en el encame, disfrutando de una reparadora siesta.

Finalmente, una pequeña acotación. Si de piara se trata, cuando el perrero llega al encame y la jauría ya está persiguiendo a alguno de los jabalíes levantados, el perrero experimentado se detiene y prepara su arma. Es sorprendente el vicio que tienen los marranos que no son perseguidos —especialmente los jóvenes— en retornar al encame y volverse a acostar. Obviamente, si el perrero oye que la jauría se ha detenido nuevamente ante un bicho aculado, debe olvidarse de su puesto y acudir en auxilio de sus canes.


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