Voces de caza
Entrevista al cazador J. Manuel Velázquez Martin
Nombre completo: J. Manuel Velázquez Martín
Profesión o actividad: Soy empleado público. Pronto hará veintitrés años que ingresé por oposición al servicio de la Administración General del Estado.
Lugar de residencia: Salamanca capital.
¿Qué modalidad de caza practicas? Aunque todas las temporadas participo en al menos media docena de monterías y no desdeño los aguardos de cochinos, me considero fundamentalmente un cazador de menor, y más concretamente un cazador “a rabo”; en solitario y con uno o dos perros por delante. Dicho esto, sólo cabe añadir que nunca desaprovecho un buen paso de tórtolas o torcaces para aliviar tensiones y, siempre que se pueda, darme un homenaje.
¿En que zonas cazas? Si bien es cierto que en alguna ocasión he monteado en Extremadura y que he cazado perdices en Ávila o Zamora, no lo es menos que apenas salgo de mi provincia, alternando los fines de semana en temporada hábil entre los dos cotos que comparto; uno con la familia y otro con los miembros de una sociedad local de cazadores, de cuya Junta Directiva formo parte como secretario y tesorero.
Marca Arma de caza: Para la menor, y dependiendo de la ocasión y circunstancias, vengo utilizando una BERETTA semiautomática o una paralela fina eibarresa de la marca JABE, tan desconocida y modesta como ajustada y fiable. Para esperas y monterías tengo la buena costumbre (y barata) de tomar prestado alguno de los rifles de uno de mis hermanos, quien en su día se decantó por la caza mayor; y dado que él es un caprichoso de los trastos de matar y que, como no podía ser de otro modo, nos une una relación fraternal, dispongo de una amplia gama de marcas, modelos y calibres dónde elegir.
¿Por qué la tienes? Sigo cazando con la paralela porque fue la primera escopeta que me regaló mi padre y tengo la pretenciosa intención de que se jubile conmigo en este oficio. Sólo utilizo la semiautomática en las grandes tiradas de migratorias porque las considero demasiado castigo para los delicados aceros de la vieja yuxtapuesta.
Años en la caza: (puede ser aproximado) Teniendo en cuenta que cazo legalmente desde que cumplí los catorce, y que ya cuelgan de la percha cuarenta y ocho abriles, …ta-y-muchos !!!
¿Cómo te iniciaste en la caza? Como sería un tópico afirmar que soy cazador por tradición familiar o que los orígenes venatorios de mis antepasados se pierden en la noche de los tiempos, diré que mi bautismo cinegético se remonta al día en que, siendo un niño, capturé mi primer petirrojo con un cepo de alambre o noqueé la primera lagartija a golpe de tirachinas; especies éstas que, aunque legalmente protegidas, colmaban los instintos predatorios de la ignorancia infantil.
¿Tienes perro de caza?
Si la respuesta es sí, comenta la raza o razas y los nombres Dado que, cómo ya he comentado, soy asiduo practicante de la caza al salto y en solitario, soy sinceramente incapaz de salir al campo sin la compañía de los canes. Actualmente dispongo de tres setters; dos hembras y un macho. Hasta hace algunos años cazaba con pointers, bracos, drahthaars y bretones; todos ellos grandes perros de muestra, pero me he decidido por el setter inglés por la elegancia de movimientos y espectacularidad de la muestra, aunque reconozco que en verano bajan algo su rendimiento en estas tierras de pan llevar.
¿Puedes contarnos el momento más emocionante que has vivido en la caza? Cuando es tan luengo ya el trecho recorrido no faltan experiencias de todo tipo, pero si tuviese que elegir un lance entre todos los que de una u otra forma he protagonizado, me quedaría sin duda con el cobro de un cochino que resultó ser hembra y que, aún después de “muerta” me embistió con tanta saña como hasta ahora ninguno otro lo ha hecho . Me hallaba yo entonces dando una mano a las perdices junto a mi padre y hermanos en un pequeño coto pródigo de pelo y pluma, pero en el que la presencia de los guarros era poco más que anecdótica y cómo quiera que se encontrara el cabeza de familia convaleciente de una reciente intervención quirúrgica y con las fuerzas sensiblemente mermadas, quiso adelantarse a la mano para, situándose en el camino del perdedero, aprovechar el trabajo de sus vástagos. Tratando de taparse en el corazón de un carrascal estaba cuando fue a toparse con el encame de los bichos, que en número de doce o catorce corrían ya como alma que lleva el diablo hacia la posición que ocupábamos los demás integrantes de la mano. Ver acercarse la piara y tocar a rebato fue todo uno, ocupando cada cual la improvisada postura que Dios le dio a entender. Recuerdo que a mí me acompañaba mi hijo mayor, un impúber de apenas media docena de hierbas en aquellos tiempos, al que prudentemente coloqué detrás de una coscoja en prevención de que fuera arrollado por la tropa. Y habiendo dejado al zagal a buen recaudo, salí al claro dispuesto a recibir a puerta gayola como mandan los cánones de la más rancia tauromaquia, y sin haber conseguido la pose torera se me vino el tropel encima, pero con tiempo suficiente para decidir el objeto de deseo de mi inseparable paralela, a la que había recargado con dos balas cochineras de las que siempre flanquean la canana. Elegida la pieza, que por su tamaño y posición en el grupo no podía ser sino uno de esos verracos que ocupan las portadas de las mejores revistas del sector, disparé al hocico protagonizando el revolcón más bello y espectacular de los que mi memoria recuerda. Mirando al tendido en espera del reconocimiento del respetable permanecí ajeno a las evoluciones del jalufo quién debió levantarse sin pausas para arrancarse como el más encastado morlaco. Afortunadamente y alertado por las voces de mi hijo pude hacerle un par de quiebros con más suerte que talento, para terminar rematándolo con un certero “pepinazo” en el testuz, a falta de descabello. Terminada la faena y recuperado el ritmo cardiaco me dispuse a cortar los trofeos, comprobando decepcionado que el supuesto macareno se había convertido en una marranchona vieja y desdentada a la que la bala del primer disparo había privado simplemente de un ojo.
Sólo me queda decir que mi hermano mayor, armado de semiautomática e ignorante de las enseñanzas del Cossío, supo hacerse con tres cochinejos apañaos en un lance limpio y medido, pero sin cargar las suertes…
¿Qué sueño te gustaría cumplir en el mundo de la caza? Nunca he sido especialmente ambicioso en materia de caza, defendiendo la dificultad y valor del lance como únicos criterios válidos para calificar la presa. En este sentido, son ya tantos y tan distintos los momentos vividos con la escopeta, que a título personal considero sobradamente alcanzados todos mis anhelos cinegéticos. Sí que me gustaría que tanto mis hijos cómo las generaciones venideras pudieran seguir disfrutando de este deporte en toda su pureza; que pudieran cazar animales silvestres y montaraces, libres de sospecha de hibridaciones y mestizajes o de cualquier otro tipo de manipulaciones y prácticas más propias de la ganadería que de la caza en sí.
¿Qué harías tú para mantener la caza entre la juventud? Simplemente ponerla en contacto con la naturaleza. El instinto de aprehensión es natural y está presente en el código genético del ser humano aunque permanezca dormido. Si a una persona se le muestra la caza tal y cómo debe ser, con todos sus valores y virtudes , antes o después despertará ese instinto dormido desterrando todos los prejuicios culturales impuestos por una parte de la sociedad que permanece ajena e ignorante de la realidad cinegética.
Los ecologistas siempre están cargando contra la práctica de la caza. Imagínate que tienes a uno delante, ¿qué le dirías para defender la caza? Comenzaré diciendo que no estoy en absoluto de acuerdo con la afirmación recogida en el enunciado de la pregunta puesto que un ecologista no es sino un defensor y amante de la naturaleza y el medio ambiente, y en ese sentido no conozco ningún colectivo tan comprometido como el propio colectivo de cazadores, por cuanto nadie hay más ecologistas que nosotros. Cosa bien distinta es la existencia de algunos grupos radicales autoproclamados abanderados de la ecología y que todo cuanto hacen y han hecho por la defensa del medio natural es aprovechar el oportunismo mediático para cargar desaforadamente contra lo que por interesada ignorancia desconocen. Creo que esta gente ha perdido el norte tratando a las bestias como personas y a los hombres como animales, por cuanto cualquier razonamiento con ellos se me antoja inútil si antes no son sometidos a un profundo proceso de resocialización.
Cierto es, para qué negarlo, que también hay personas verdaderamente preocupadas que se muestran contrarias a las actividades cinegéticas. A estos grupos trataría de hacerles entender que la caza no es otra cosa que una actividad deportiva que trata de satisfacer el instinto atávico de predación mediante la realización de un aprovechamiento racional y sostenible de los recursos naturales. Trataría de convencerles de que luchamos en el mismo bando defendiendo intereses comunes y que las que nos separan son simples diferencias de matiz; que las buenas prácticas venatorias contribuyen como ninguna otra a la recuperación y mantenimiento de los ecosistemas y que sin el esfuerzo humano y económico de los cazadores la suya es una batalla perdida.
¿Algo más que nos quieras contar? Eso es todo. Me pongo a tu disposición y quedo sinceramente agradecido por haberme dado la oportunidad de expresar mis opiniones. Hasta otra, compañero.